NO TIENES, Mesalina, quien te consuele en altas horas de la noche,
ni anillo de compromiso, ni cama trillada por besos,
ni carta apasionada con frases ardientes y tiernas,
ni marido ni hijo, ni amante joven o viejo...
Sin embargo, Mesalina, te gusta creer que eres amada,
¡que diosa del amor te consideran todos en efecto!
Mientes, y con el humo azul del cigarrillo te consuelas:
vana fama te acaricia... no es amor, Mesalina, por muchos ser deseada.
Alberto Blanco, El corazón del Instante, FCE, 1998.